Un joven ejecutivo, junto con su prometida, observaban la casa que querían adquirir para vivir en ella una vez que se casaran.
El dueño de la casa iba mostrando en detalle cada una de las habitaciones, hasta que llegaron a una que parecía cuarto de trabajos. El vendedor se detuvo y abriendo un poco más la puerta de ese cuarto, dijo a la joven pareja: "Este era un pequeño oratorio, pero no lo usamos desde hace mucho tiempo".
"Quiero pensar"- replicó el joven con un aire de erudito - "que se perdió la fuerza de la oración por almacenar desechos".
La joven pareja se despidió, en su mente quedaba el oratorio, no por el lugar en sí, sino por el poder que tiene la oración.
El joven dijo a su pareja: "Eso significa dejar de platicar con Dios porque no se le necesita". "O no tener la presencia de Jesús" replicó su prometida, "porque El siempre está en medio de dos o más que en su nombre se reúnen".
¿Qué preferirías, una fuente generadora de poder o un almacén de desechos?
G.C. Lichtenberg: "Cuando el espíritu se eleva es porque el cuerpo ha caído de rodillas".
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